quinta-feira, 5 de março de 2009

SOBRE LOS PERROS - Julio Camba

El Ayuntamiento de Madrid me ha enviado una hoja con cinco casillas para que yo las llene exponiendo todas las características de mi perro: “nombre”, “raza”, “sexo”, “color” y “señas particulares” y “uso a que se halla destinado”. ¿Uso a que se halla destinado?
- ¡Ah, vamos! – exclamé, después de pensarlo detenidamente. El Ayuntamiento
quiere saber el oficio de mi perro, la profesión que ejerce.
Hay, en efecto, perros sumamente profesionales. Los hay cazadores, los hay que están colocados de guardas y hasta no faltan quienes se dedican a policías. El mío no es policía, ni guarda, ni cazador, y en la casilla donde dice “uso a que se halla destinado” he escrito, sencillamente, “a perro”. Sí, señores concejales. Yo tengo un perro que ha destinado a perro. Acaso ello lo sorprenda a ustedes; pero si reflexionan un poco, verán que la cosa no puede ser más sencilla. Cuando llaman a la puerta, mi perro se echa indefectiblemente a ladrar, no porque ni él ni yo temamos que el visitante sea un enemigo, sino porque, si no ladrase, parecería que no cumplía en la debida forma su misión de perro. Ladra para hacer de perro, y yo le impongo silencio para hacer de amo. A veces, deliberada o indeliberadamente, yo le dejo ladrar, y entonces él me mira con una mirada de reproche, como diciéndome que si yo no sé hacer de amo, no vale la pena de que él ponga tanta escrupulosidad en hacer de perro.
Mi perro ladra, me salta al cuello, me lame las manos y se echa a mis pies, lo mismo que un perro. Se dedica a perro y de eso vive. Si en vez de ser un perro fuese un hombre o una máquina, aunque hiciese exactamente las mismas cosas que hace ahora, yo no hubiera dado nunca ni cinco céntimos por él; pero es un perro y esto, que les hace ganar el pan a muchos hombres, ¿cómo no va a hacerles ganar el hueso a los perros?
Desgraciadamente, mi perro, que en cuanto ve un farol se acerca a él y del modo más ostensible manifiesta allí todo el desdén que le inspira nuestro Ayuntamiento, no ha tenido nunca cédula y se encuentra en falta con los arbitrios municipales. “¿Para qué voy a pagarles yo un impuesto a los hombres? – piensa probablemente. ¿Acaso hay hombres que les paguen algún impuesto a los perros?”. Pero estas ideas son ideas casi bolcheviques, ideas de perro sin casa, sin colocación y sin posición social, y mi perro es u perro burgués, que cuando sale a la calle en el invierno luciendo su magnífico gabán de lana inglesa, es capaz de llamar a un perro policía para que ponga fin al asedio de que le hacen objetos los perros vagabundos. Indudablemente, mi perro se resignará a pagar su contribución de perro. Y si no se resigna - ¡qué remedio! – yo la pagaré por él...

Extraído de: URIZ, Francisco J. Cosas que pasan.
Madrid: Edelsa, 1994. pp. 48,49.

El cuento de Julio Camba ofrece todos los elementos de la narrativa para una sencilla análisis.
Los acontecimientos se desarrollan en una secuencia lógica. No es un relato largo y los acontecimientos son contados de manera condensada, ocultando quizás los hechos menos significativos para la comprensión de la narrativa pero, logra contarla de manera muy clara. El autor esclarece el tema de la narración con el título “Sobre los perros” y en el planteamiento: “El Ayuntamiento en Madrid me ha enviado una hoja con cinco casillas para que yo las llene exponiendo todas las características de mi perro: [...]”, usando el recurso anacrónico tipo analepsis al cual narra hechos pasados y para ello utiliza el tiempo presente con valor histórico como marcador temporal, “El Ayuntamiento quiere saber el oficio de mi perro, la profesión que ejerce”, además del pretérito perfecto compuesto para indicar cercanía con la zona temporal del narrador del texto “[...] y en la casilla donde dice ‘uso a que se halla destinado’ he escrito sencillamente ‘a perro’” y algunos verbos en el pretérito indefinido para señalar que la acción todavía no ha terminado adentro de aquella zona temporal.
Es una narración en primera persona donde el narrador también es personaje a la vez de la historia y narra algo que ha ocurrido a él y a su perro, los personajes de la narrativa. El tiempo es interno a la narrativa y éste parece no ser muy largo. La narración se desarrolla con el “dueño del perro” creyendo ser una broma la idea del Ayuntamiento en rellenar una ficha para de ahí pagar contribución. El clímax es lo que piensa el perro sobre los impuestos y sobre los hombres, según su amo, y el cierre es donde el dueño decide pagar la contribución.

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